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Poder (dar)


Unknown, de Candace-Hicks

¿Cuánto poder tenés? ¿Cómo medís ese poder?

¿Tenés el poder de que las personas te escuchen y te devuelvan la palabra? ¿Y el de dedicar tiempo a tus seres queridos? ¿Podés hacer las cosas que querés? ¿Podés hacer algo por les otres?

No hay mucho más para evaluar, depende de cuánto misterio quieras sumarle al asunto de la felicidad: si te gusta lo simple y tenés todos los “poderes” mencionados, probablemente seas un alud de felicidades. Pero si querés más poder, tal vez esté bueno que te preguntes para qué.

Puede que lo quieras para dar una mano al mundo.

El poder puede venir preñado de responsabilidades o de dádivas. Desconfiemos profundamente del segundo tipo, porque hace que la enemistad de les que te rodean crezca proporcionalmente a los privilegios que obtenés. En cambio, si fertiliza los vínculos y el entorno, es posible que se sienta como una carga para vos.

No pienses en abandonar esos lugares, aguantá un poquito, alegráte con las sonrisas de la gente y de la tierra a tu alrededor. Seguro que en algún momento vas a querer compartir ese poder, o pasar el cetro al próximo abnegado, porque la responsabilidad pesa. Pero no te apresures. Hay tiempo para descansar.

La autoridad se cultiva, se trabaja, eventualmente se gana como resultado de un esfuerzo sostenido. Es posible aprender a aportar a que les otres ganen autoridad. Y en ese proceso el poder se comparte y es un alivio tremendo. Cuando nada de esto sucede es porque en vez de autoridad hay imposición.

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