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Sensualidad o exhibicionismo

  • Foto del escritor: Yael Barcesat
    Yael Barcesat
  • 22 jul 2020
  • 1 Min. de lectura

Autorretrato de @julianbelight

Ella entró en la reunión y dejó caer un clip. Cuando se agachó a recogerlo me regaló la confirmación de que no tenía bombacha. Ni corpiño. Todo en un instante.

Se levantó velozmente y siguió en su ronda de saludos, riéndose y abrazando a todas las personas que, aunque estaban en el mismo ambiente, no se habían percatado de su desnudez. Esa visión fue solo para mí. Y mi modo de retribuir es recordarla para siempre.

Cuando él entró, me reí internamente esperando una escena parecida. Lo que sentí imaginándola fue una mezcla de ridiculez, vergüenza, desagrado, erotismo, culpa… obscenidad.

Que una mujer muestre una parte de su cuerpo que culturalmente no es lícito exhibir en público puede ser estimulante, inspirador, excitante, poético… Que un hombre lo haga, en nuestra sociedad patriarcal actual, es visto como obscenidad. Tristísima evidencia de los estantes inconexos en que ubicamos a las personas en función de nuestros prejuicios. Una vez establecido el código, tenemos una sola forma de leer los mensajes.

Sin embargo, la distancia entre sensualidad y exhibicionismo puede deberse apenas al juicio que hacemos a priori del género de la persona. Si es mujer es sensual, si es varón es obsceno. ¿Y si se trata de una persona transgénero? ¿Qué vamos a experimentar cuando él o ella o elle se agache? Una bofetada. En el peor de los casos, nos va a doler la perplejidad, pero con un poco de suerte podemos usar la fuerza del impacto para sacudir nuestros actuales cánones con respecto a lo que se esconde y a lo que se deja ver.

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