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La belleza no es ningún mérito



Escudo fotografiado en el Museo del Ágora



La belleza es una coincidencia entre los parámetros de la época y las propensiones genéticas.


Hay un puñado de características que puede ser modificado sin mucha intervención: una expresión facial cambia la organización de los rasgos y endulza o amarga el conjunto; determinada forma de alimentación potencia o encubre esos atributos que, no podemos olvidar, son parámetros tan pasajeros como las tecnologías de que una época se vale para resolver sus problemas.


Después están las intervenciones más o menos invasivas que podemos realizar en la masa corporal, desde la depilación hasta la cirugía. Se paga un precio en forma de tiempo, dinero (no solo el tiempo dedicado a la actividad sino el tiempo que se pasa dudando de si tomar o no esa decisión, planificando, buscando un momento adecuado…), y también hay riesgos involucrados: a veces no solo duele sino que también queda peor, o deja cicatrices.


Cada vez más me aleja la actitud militante en busca de la belleza, de cualquier tipo. Encierra una omnipotencia combativa en la cual el campo de batalla es el cuerpo. Comparando la belleza con un accidente geográfico, pienso que por supuesto se puede hacer volar una montaña en pedacitos cuando por detrás hay intereses involucrados. Es un buen ejercicio de autoobservación preguntarse a qué intereses estamos sirviendo cuando hacemos volar en pedacitos parte de nuestros domesticados cuerpos actuales.



Yael Barcesat

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